A ratos la neblina no permite ver bien el camino. En esos casos las opciones son pocas. Nosotros vislumbramos dos; Seguir sin certeza o esperar junto al camino el paso de la visibilidad limitada. Un receso que invita a reconstituir los impulsos y a orientar nuevamente las fuerzas. A descubrir en el polvo que se ha pegado a nuestras ropas lo ganado y lo perdido, lo vital y lo criminal de nuestra expedición. Estamos en Pausa. Una Pausa que hace aparecer con más fuerza ante nuestros ojos escarchados la necesidad inmediata de embragar con el escenario. Plazos. Cambian con el clima. Los nuestros son nuevos. Estamos en obra, trabajando, y nuestras puertas se abrirán en el momento apropiado. Por lo pronto estamos al lado del camino, esperando que la neblina vuelva a elevarse, y que esta bajada repentina del cielo, nutra nuestro trabajo con el delicado tinte celestial que es propio de ciertas manifestaciones artísticas que no descuidan ni reniegan de la maravillosa influencia de la casualidad y que por su gracia adquieren un rasguño de belleza.
martes, 3 de julio de 2007
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