El nacimiento del arte puede estar ligado a muchas cosas, más no es propósito de estas líneas vislumbrar ese origen. La idea es a través del enlace compulsivo de palabras, llegar de una u otra manera a comprender el fenómeno del arte en nuestros días. Días que por lo de más se han extendido hacia la noche dando así al arte un mayor espacio (Físico y temporal) para desarrollarse de manera imaginable.
Las manifestaciones artísticas deben ser, exigiblemente, inclasificables.
El sentido de mesura, cuidado, criterio, respeto y consecuencia deben ser erradicados del ambiente creativo, al menos en la extraña concepción que poseen a pito misterioso hoy por hoy. Sobre todo los últimos dos:
Respeto:
La respetabilidad de algo o alguien está sujeta a tantas variantes como variantes de respeto hay. Si bien es cierto el desarrollo de cualquier labor desarrollada por un ser humano merece respeto desde antes que el ser humano sea ser humano, también es cierto que el respeto no tiene relación con la veneración absurda de costumbres que no han llegado a ser tradiciones ni con la abstinencia frente a impulsos provocados por la propia actividad. Es una falta de "respeto" ser tan “respetuosos” con el arte. Utilizar el Re-Spectus trae sus beneficios, más el respectus no es fundamento del arte sino elemento de análisis.
Consecuencia:
Trabajar en secuencia es siempre complejo y muchas veces la secuencia se confunde con ordenamiento o correlación. Ser consecuente es sin duda una de las preocupaciones públicas más sobre utilizadas y desgastadas. Ser consecuente con, para, porque y siempre no es posible ni lo será jamás, pues la variabilidad de un artista no es solo visible en su obra sino una exigencia de su naturaleza; es condición biológica de los mamíferos ser variable, esto ha permitido nuestra adaptación fenomenal a las condiciones enfiestadas de nuestro planeta (No sólo en lo físico, también en lo conceptual). Ser consecuente, por tanto, es un cartel de batalla tan añejo como los carteles de batalla.
Es, en consecuencia con su naturaleza, inevitable que el artista, por lo tanto sus manifestaciones cualquiera sea la modalidad de estas, sea consecuente consigo, a pesar de no saber este cuál es la manera particular en que percibe, concibe o desea el mundo.
Erradicar esta terminología técnica y estancada, nos permitirá, al apartar gentilmente la vanidad, ver con ojos sin sal lo que acontece en un escenario cualquiera sean las dimensiones de este.
La expansión de la vida hacia la noche, de manera pública y rutinaria, transforma la experiencia artística, del visitante, en un fenómeno difícil de abordar. Prescindible por lo demás, según la clasificación política, el arte se encuentra, entonces, en una situación de desventaja frente al entretenimiento, absolutamente indispensable, según la clasificación política.
En su afán clasificatorio, las voces oficiales construyen diques, murallones, laberintos, cadenas montañosas, diferentes artilugios, entre el arte y la gente. Manifestación artística, manifestación cultural, manifestación folclórica, lindos nombres para archivar en la carpeta correspondiente los gastos anuales relacionados con cada ítem.
Es imposible y monstruoso enfrentar una experiencia, cualquiera, con tanto elemento perteneciente a tal o cual clasificación.
La razón de la técnica, o el mal del mal amor.
El hombre fue hombre hasta que el hambre lo cansó. Construyó entonces represas y se elevó sobre ellas hacia las alturas de un semidiós. Desde esa altura, vio el hombre, que muchos otros hombres no pudieron subir la represa y quedaron obligados a luchar día tras día por no ser hundidos en las aguas que cada día aumentan la profundidad de la hermosa represa. Desde esa altura, el semidiós, envía a los flotantes claves y señales, para mantenerse siempre a flote y lejos de las escaleras, bordes, orillas o imperfecciones que le permitirían comenzar el asenso hacia la semideidad. Entre las claves entregadas por los semidioses está la técnica. Cuyas herramientas, por ser de hierro, aumentan el peso de los flotantes y los mantiene así bajo la superficie, aumentando el esfuerzo por elevar un poco la nariz y tomar el aire que les permita no ir hasta el fondo. Lo bueno de tener tantos flotantes es que aumenta el nivel de la represa. Si los semidioses no entregaran tantos consejos técnicos a los flotantes, estos ya hubiesen encontrado la manera de salir del agua y abandonar la represa. Porque a los flotantes, no les interesa la semideidad ni la represa, los flotantes se afanan en destruir ambas invenciones. El hambre es mejor que flotar junto a millones sobre el agua, la comida, la mierda. Pero los semidioses cachan el mote y no ban a dejar que un par de pulentos se tomen la caeza y digan: La tengo, por acá, síganme. Y echen así aajo, lo que tanto leh a costao contruirn.
El arte en el juego del poder y el control corroe el blindaje de los acomodados. Por eso, los acomodados, han optado por la entretención con careta de arte y los artistas se esfuerzan por construir arte con careta de entretención. Tenemos entonces que la labor del artista se ha vuelto hacia la búsqueda de medios que le permitan camuflar sus expresiones o manifestaciones naturales. Impulsa la risa de los flotantes y permite a los semidioses quitar el sudor de sus frentes.
Las escuelas artísticas desarrollan estrategias que permiten mantener el espíritu de los artistas en ciernes y de paso cargan con técnicas sus bolsos asegurando así el nivel de flotación de la represa.
Las escuelas artísticas no hacen a los artistas que de ella salen.
El prestigio de las escuelas se crea con los artistas que en ellas entran.
Por sobre todo los que a ellas sobreviven.
Es una función social cultivar el arte y proteger a los artistas. Las escuelas de arte debieran tener un lugar privilegiado en la configuración urbana de los conglomerados sociales. La actividad artística debiera pertenecer a la agenda de cada ciudadano, cada ciudadano debe exigir participación, educación y libertad artística. Más no es conveniente.
El arte impulsa la renovación cultural, evoca el salvajismo, el orden de provecho, la consulta constante, desarrolla el instinto de la evidencia, ejercita la inteligencia, alimenta la sabiduría, en fin, hace del ser humano un ser humano.
Donde nace el sentido de pertenencia florecen las exigencias. Y en el toma y dame, los perdedores están marcados a fuego.
Así, la situación actual del arte hoy por hoy, es la sobre-vivencia.
El rol protagónico del arte ha perdido el prot.
La ampliación del día hacia la noche terminó por terminar con los ritos. Entre ellos el arte.
No es posible hacer arte y mantenerse a flote. Es posible salir de la represa, evitar a los semidioses y ser artesano en la soledad del valle. La artesanía no hace daño a nadie, por ser ajena.
Los flotantes están capturados por la agotadora labor de mantener la nariz fuera del agua y poder respirar; no pueden participar.
El artista puede intentarlo, pero en el camino hundirá su cuerpo y corre el riesgo de morir por asfixia.
A ratos un intento consigue el fenómeno. Si se repite, los semidioses le echan el ojo y para el próximo intento todo está oficializado. Con la intervención de los semidioses el arte se carga a la entretención, aún cuando los artistas mantengan su modo y los flotantes su interés y disposición.
¿Qué pasa cuándo enfrenta usted el fenómeno artístico?
¿Cuán cerca está su experiencia de los comentarios hechos por las voces oficiales a través de los canales oficiales?
¿Quién le dijo a usted, que esa era la forma de enfrentar y luego comentar una experiencia artística?
¿Comenta usted sus intimidades con todo el mundo?
El arte es una experiencia íntima.
Trátela como tal.
Devolvamos el Prot. al arte y reubiquemoslo en el centro de la actividad social haciendole una experiencia individual, sin color ni afán.
La situación del arte no se discute desde podiums ni en formato de discurso. La situación del arte se amasa en el cuerpo a cuerpo, en el enfrentamiento del fenómeno artístico y nada más.